El sistema y la filosofía
que emana del sistema: trata por todos los medios de reconducir a los jóvenes
para que vayan entrando en él sin mostrar demasiadas resistencias y todo su
entorno lo encamina para ese lado y resulta frustrante si no se llega a pasar
dentro.
Hace unos años se inició una
experiencia con la que tratar de que los jóvenes se independizaran de la
generación que ha sido los progenitores del sistema para que una vez
emancipados se vieran obligados a ganarse la vida y regenerar su sangre con
nuevos glóbulos rojos.
Desde el gobierno, por no saber o no querer
tomar las medidas adecuadas a la realidad, se tomó la decisión de subvencionar
la vida cotidiana a los jóvenes hechos y derechos de su país, que hemos de
suponer que estaban en edad de trabajar y trabajar. Manos a la obra diseñaron desde sus gabinetes de ingeniería
social la forma de amamantar a toda una generación que no conseguía destetarse
de las ubres familiares.
Grave.
Decidieron que tenían que ayudar
económicamente a superar las dificultades económicas de la vida cotidiana a
hijos ya en edad de merecer. Esos hijos
de una generación del bien pensar, pero que sin embargo, y paradójicamente,
representando el futuro de la sociedad estaban mano sobre mano y eso que desde
las estructuras sociales les ha formado en las últimas década como nunca antes
en la historia se había formado a los jóvenes: idiomas, carreras y master.
La ayuda implicaba que no pensaban en la
posibilidad de que ellos, por sí mismos, se puedan ganar la vida plenamente.
Muy grave.
Sin ninguna herramienta de análisis
sociológico especializada para ello, en cualquier caso no la tenía, cualquier
persona con un poco de capacidad de pensamiento, podía detectar que algo estaba
corroyendo esa sociedad por sus adentros. Y a los ojos del profano se podía
entender hace ya tres o cuatro años como el primer gran síntoma de una
enfermedad de difícil curación.
Metástasis.
¿Qué podemos pensar ahora sobre una medida
como esa?
Pensemos.
Una propuesta político social de este
tipo es una especie de relámpago de demagogia que se confunde con paternalismo
estatal sin que se pueda llegar a adivinar a ciencia exacta cuál de estos
aspectos: demagogia y ESTADO, que ponen en marcha tan abyecta
subvención, son humana y socialmente más negativos para el futuro de la
sociedad a no ser que cargue ocultos con otros intereses.
Una propuesta económico social
negativa sobre manera, si se analiza desde el punto de vista de independencia
económica de sus ciudadanos, sin necesidad de la tutela plenipotenciaria del ESTADO
una vez que es llevada a la práctica y se consolida como un derecho nada más
que por ser joven y querer emanciparse.
Acallar con dinero el grito de la
impotencia juvenil es no querer por parte de los responsables políticos y de
quienes les consienten y aplauden, entrar a profundizar y analizar con martillo
y buril la realidad socioeconómica que persiste, y que ellos los jóvenes,
padecen desde una incomprensión que se convierte en caridad paterna, a la que
deben estar filialmente agradecidos.
No dar importancia a este hecho que
produce escalofríos sociológicos y que haya pasado de manera satisfactoria
entre los formadores de opinión, es un inmenso dislate con el que en realidad,
por activa y por pasiva, se humilla a los jóvenes, se les conmina a que se
acostumbre a que nunca encontrarán una sociedad justa y libre, y trata de
encaminarlos por un camino por el que no quieren ir.
Y en todo caso por parte de la
inteligencia social que los justifica, es una apuesta por tratar de ocultar la
realidad objetiva y para que esta realidad no manifieste demasiado la
ignorancia de unos y otros. Y si profundizamos un poco más: prueba la
desfachatez de la sociedad en su conjunto de hacer bueno aquello de: “dame pan
y dime tonto...” y trasladarlo al universo social.
Sin lugar a dudas esta manera de
proceder por parte del ESTADO y directa e indirectamente de los padres
demócratas, artífices del estado de regular estar que han fabricado pensando en
ellos mismos, era una compraventa a cara descubierta y a tocateja de las
voluntades de los jóvenes que no sabían que a cambio habrían de cargar con una
hipoteca, que ellos mismos, ni la conocían ni se la imaginaban, y que no la
hubieran podido pagar en ningún futuro.
Mercado de voluntades que ya se
abaten y que reivindica y asume con normalidad la gran mayoría de los
ciudadanos. Hombres y mujeres que ya hace tiempo han saldado su dignidad
cediéndola al ESTADO, aparentemente de buena gana, bajo el concepto
confuso al que llaman soberanía y se inmola en la representación popular
directa, que permite al ciudadano en
cada ocasión por impertinente que sea el momento... preguntar: ¿Qué hay de lo
mío...?
Más allá, este mercadeo es un
reconocimiento implícito por parte de los padres de la incapacidad que otorgan
a sus procreados para hacer uso de la
propia libertad individual y por ello han de vender su voluntad. Generación de
hijos que llegando a la edad del “jodo perico”, no acaba de romper el cascarón:
presiente el frío que hace afuera y se contenta con malvivir una realidad que
les asfixia.
Argüir ahora, que esta generación a
la que hemos domado y castrado dándole una niñez y una adolescencia
materialmente muy fácil y en la que no han experimentado ni una pizca de
escasez vital, ni adversidades, no sirven: sin reconocer que estas experiencias
no son necesarias para que surtan los beneficiosos efectos que creemos lo
mayores que ejercen los sacrificios sobre el carácter.
Estos jóvenes al parecer viven en la
pobreza y hay que hacer caridad con ellos. Pensaron que una vez subvencionada
esa pobreza se convertiría en apatía hacia la política y perdería las virtudes
reivindicativas y subversivas que tiene la pobreza cuando es rica.
No quisieron saber que hay jóvenes
con unos derechos, pero también con pundonor y dignidad que no solicitaran ni
requerirán ninguna ayuda al Estado
porque saben dónde está su enemigo.
Decían que es una renta emancipación cuando
en realidad era el empujón que creía el poder democrático que debía dar a una
juventud que no tenía muy claro su futuro y que se negaba a afrontarlo con la
suerte de cartas que le han echado.
¡Que no se quieren ir los hijos de casa...!
Este plan duró muy poco
tiempo porque la crisis ha dejado al Estado sin dinero, y ahora, no sé si por
venganza, se les ha dejado a cierta edad fuera del sistema sanitario, más que
nada por vagos.
Porque si no trabajan es
porque son malos trabajadores.
Algunas preguntas más se cuelgan en el
aire:
¿En qué pensarán quienes han ideado
estos planes sociales en los que se decreta la inutilidad de los jóvenes, para
ver en ellos algo en positivo cuando a todas luces no tienen ni pies ni
cabeza...?
¿Cómo se puede crear tan grave
dependencia de los jóvenes de la voluntad del ESTADO en los años de
mayor crecimiento personal de los humanos y ofrezcan dinero para negar otros
derechos anteriores?
¿Cómo podemos admitir que no puedan
valerse por sí mismos...?
¿Cómo se puede considerar un derecho de los jóvenes una renta con arreglo a unas condiciones tremendamente subjetivas y con el que se trata de ocultar otros derechos...?
¿Cómo se puede considerar un derecho de los jóvenes una renta con arreglo a unas condiciones tremendamente subjetivas y con el que se trata de ocultar otros derechos...?
¿Quién puede redactar unas
condiciones para determinar que un joven no se vale por sí mismo... si somos
nosotros mismos los que antes los hemos inutilizado y quienes manteniendo las
condiciones del sistema les impedimos que se emancipen?
Nadie se atreve a advertir que estas
medidas de subvencionar la vida de
quienes están en plenitud vital, es el reconocimiento y la asunción de una
invalidez de los jóvenes como si fuera crónica y que no se calma ni siquiera
royendo el hambre?
La realidad es que hay una epidemia
sistemática que ataca a toda la juventud sin que nadie encuentre medicina para
aliviarla. Todas las prescripciones las podemos encontrar en las
contradicciones del sistema en el que vivimos contestando a estas tres preguntas.
¿Por qué todos estos jóvenes tienen un jornal al límite de subsistencia y que rayando con la parte más baja de su productividad queda sin ninguna perspectiva de que ni cambie su situación a medio plazo?
¿Qué sociedad les estamos dejando a estos jóvenes a los que además estamos pergeñando cada día como los podemos meter en vereda, incluso queriendo comprar sus voluntades?
¿Por qué todos estos jóvenes tienen un jornal al límite de subsistencia y que rayando con la parte más baja de su productividad queda sin ninguna perspectiva de que ni cambie su situación a medio plazo?
¿Qué sociedad les estamos dejando a estos jóvenes a los que además estamos pergeñando cada día como los podemos meter en vereda, incluso queriendo comprar sus voluntades?
¿Por qué no somos capaces de diseñrr un
nuevo sistema en el que la gente nueva, la gente joven, incluso quienes todavía
no han nacido, se puedan integrar de buena gana y sin que tengan que venir con
un pan debajo del brazo…?
¿Cómo podemos admitir que no puedan
valerse por sí mismos...?¿Cómo se puede considerar un derecho de los jóvenes una renta con arreglo a unas condiciones tremendamente subjetivas y con el que se trata de ocultar otros derechos...?
¿Quién puede redactar unas condiciones para determinar que un joven no se vale por sí mismo... si somos nosotros mismos los que antes los hemos inutilizado y quienes manteniendo las condiciones del sistema les impedimos que se emancipen?
Nadie se atreve a advertir que estas medidas de subvencionar la vida de quienes están en plenitud vital, es el reconocimiento y la asunción de una invalidez de los jóvenes como si fuera crónica y que no se calma ni siquiera royendo el hambre?
La realidad es que hay una epidemia
sistemática que ataca a toda la juventud sin que nadie encuentre medicina para
aliviarla. Todas las prescripciones las podemos encontrar en las
contradicciones del sistema en el que vivimos contestando a estas tres preguntas.
¿Por qué todos estos jóvenes tienen un jornal al límite de subsistencia y que rayando con la parte más baja de su productividad queda sin ninguna perspectiva de que ni cambie su situación a medio plazo?
¿Qué sociedad les estamos dejando a estos jóvenes a los que además estamos pergeñando cada día como los podemos meter en vereda, incluso queriendo comprar sus voluntades?
¿Por qué no somos capaces de idear un nuevo sistema en el que la gente nueva, la gente joven, incluso quienes todavía no han nacido, se puedan integrar de buena gana y sin que tengan que venir con un pan debajo del brazo…?
¿Por qué todos estos jóvenes tienen un jornal al límite de subsistencia y que rayando con la parte más baja de su productividad queda sin ninguna perspectiva de que ni cambie su situación a medio plazo?
¿Qué sociedad les estamos dejando a estos jóvenes a los que además estamos pergeñando cada día como los podemos meter en vereda, incluso queriendo comprar sus voluntades?
¿Por qué no somos capaces de idear un nuevo sistema en el que la gente nueva, la gente joven, incluso quienes todavía no han nacido, se puedan integrar de buena gana y sin que tengan que venir con un pan debajo del brazo…?
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