En algún lugar que ahora no
recuerdo, en algún momento que pudiera ser muy lejano, he oído o leído de
quienes han estudiado economía, lo que enseñan desde la estricta ortodoxia en
las aulas universitarias y que conforma la estructura del sistema.
Dicen que el sistema
económico tiene una base fundamental que se soporta desde tres pilares que a su
vez son los que facilitan la actividad económica en el mundo en el que vivimos:
La tierra, el capital y el trabajo.
Esta es una división
sencilla y muy elemental que el común de las personas no suelen conocer y que
quienes la saben pocas veces la utilizan para cotejar y calibrar sus ideas y
opiniones y ver la realidad.
Desde que por primera vez
comprendí esta idea en toda su extensión, siempre la utilizo para mis
reflexiones y planteamientos en todos los ámbitos económicos en los que
trabajo.
Las propuestas que pretendo
argumentar plantear y desarrollar en estas páginas para llevar a la reflexión,
las hago con esta base fundamental de esta división, porque creo que es preciso
conocerla para entender el mundo económico en el que nos hacen vivir como una
realidad inexorable más propia de la fatalidad que del destino.
Este aspecto sencillo que es
la base de la economía que se ha construido en los dos últimos siglos puede ser
explicación suficiente para si se quiere, entender en toda sus extensión el
desarrollo de mis explicaciones y argumentos y para poder entender las ideas
que se recogen en esta obra.
Siguen explicando los
doctores de la economía desde los estrados académicos desde los que pontifican
para que entiendan el mundo real los futuros economistas sentados en sus
pupitres y lleguen a asumir lo inexorable del sistema, que a estos tres
factores que han compuesto tradicionalmente la actividad económica desde el
inicio del capitalismo se les había remunerado respectivamente con:
La renta, el beneficio y los salarios.
Quizás esta visión se ha
quedado un poco trasnochada.
Yo la conocí cuando era
joven intrépido que andaba rebuscando las cosas más elementales de la vida
porque el mundo en el que vivía no me gustaba y no lo entendía y aquella
división en tres factores me pareció muy gráfica, representativa y didáctica.
Pero las cosas han cambiado mucho desde entonces.
Y han cambiado tanto que me
atrevería a decir que: lo que se ha entendido en los últimos tiempos como el
capitalismo en su esencia de explotación directa del hombre por el hombre y la
propiedad de los medios de producción, murió hace décadas y no se ha enterrado
en el pensamiento de casi nadie.
Hay un pequeño detalle, que
a muchos ideólogos les ha pasado por lo bajo sin que hayan tomado nota, que ha
alterado todo: incluso ha cambiado el sistema. Una pequeña modificación en la
estructura del sistema, un nuevo elemento con el que se añade un nuevo pilar a
las bases de la actividad económica ha entrado a formar parte de esta
estructura de rentas. sin que al parecer se haya enterado nadie:
Y la gestión es la que ahora
se remunera con los beneficios.
Se acabaron las ideologías y
la lucha de clases.
Los amos de todo son quienes
lo gestionan
Aquellos ingentes beneficios
que hasta hace algunas décadas, inmediatamente después de estimarse se acumulaban
en la bolsa del factor capital, en estos tiempos independientemente de quien
haya puesto ese capital, los beneficios se los adjudican los aparatos de
gestión en unas bolsas inmensas y lejanas.
Al capital ahora se le
remunera con el interés
Todos los bien pensantes
quieren gestores, buenos gestores. Ganen lo que ganen, pero que gestionen,
aunque no sepan y se equivoquen.
Las últimas crisis ya
demostraron que aquellas cantidades que acumulaban los viejos capitalistas y
sus herederos eran insuficientes para alimentar el sistema y dadas las muestras
de incapacidad empresarial de quienes eran dueños de esos capitales para hacer
frente a los nuevos retos, se vieron en la necesidad de buscar profesionales
que administraran sus empresas en medio de las grandes economías de escala y de
los números con muchos ceros.
Fue entonces cuando cambió
el sistema.
Los viejos capitalistas:
· Cuando vieron que se necesitaban de
grandes acuerdos desde un punto de vista práctico y aséptico para manejar sus
capitales,
· Cuando avistaron que era la
globalización de los mercados financieros con la que el capital y la inversión
corrían de punta a punta del planeta como el viento y quedaba lejos de sus
manos,
· Cuando tuvieron necesidad de dotar de
opacidad a dineros que en buena medida tenían marchamo de ilegítimos,
Por muy ricos que fueran
ellos, vieron que todo se alejaba de la influencia de su poder y se vieron en
la obligación de buscar gestores que gobernaran tanto capital y que lo
gestionaran como dios dispuso de siempre: actuando en contraposición al factor
trabajo o situándose al margen de la actividad económica como si fueran
solamente testigos que todo lo ven y que si quieren: todo lo pueden.
Entonces cambió todo.
Porque por otro lado,
quienes gestionan estas descomunales cantidades de dinero, apoyados por todos
aquellos interesados en que las bolsas de capital estén más localizadas, han
buscado mecanismos con los que sonsacar también pequeñas partidas a los
ahorradores habituales y han diseñado estrategias de acumulación de ese capital
para que el volumen que gestionan sea casi la totalidad del dinero que está en
manos privadas y ya ni siquiera se pudiera decir que era el capital de los
ricos si no de una base social mucho más grande.
Los gestores, bajan a ras de
tierra desde una red tupida que han tejido con leyes, publicidad, sucursales y
ejecutivos comisionados. Así han conseguido una complicidad total con esta
parte de la población a la que camela con sus nuevos productos de ingeniería
financiera y ha absorbido sus dineros para alimentar el sistema. Luego para que
todo funcione como es debido y se sostenga todo el tinglado, hacen ver a esa
población una confluencia de intereses porque en ello va la seguridad de su
dinero y de su futuro.
La red de intereses se ha completado
cuando los gestores han tratado de hacer un nexo de unión entre las necesidades
financieras y el trabajo. Incluso las grandes inversiones, las que hasta ahora
representaban el factor tierra han salido de esas masas financieras que han
sustituido por medio de leensings y rentings al más corriente de los
arrendamientos.
Este entramado de intereses
ha sido el que ha propiciado donde ha querido todas las inversiones comprando
la voluntad del factor trabajo. Porque esos mismos intereses son quienes van
ofreciendo empleos a quien más dispuesto esté a pagar por ellos y menos quiera
cobrar luego.
Por otro lado estas bolsas
de dinero que se iban engordando con una remuneración pequeña y casi siempre a
muy largo plazo, había que colocarlas en pequeñas porciones entre la población
alentándola a que se endeudara e incluso se hipotecara poniendo a su alcance
necesidades ficticias en muchas ocasiones mostradas como vitales para cada
persona. Necesidades que también han crecido pues ésta era la manera de tener cómplices
pasivos colaborando con el sistema.
Los gestores, desde esa
dependencia absoluta que han conseguido que se tenga del sistema, con esa
confluencia de intereses que obliga a que cada pieza esté siempre pendiente de
la seguridad del futuro, no sólo se han quedado con los beneficios sino que
también se han quedado con el poder real tanto económico como político y
social.
Esta y otras, son la razones
por las que los gestores son quienes se han llevado el bocado más grande en el
reparto de la riqueza en estos últimos tiempos con una ristra de estipendios
difíciles de cuantificar: salarios, primas, bonos, incentivos, indemnizaciones,
jubilaciones, prebendas de todo tipo, participaciones en cualquiera de los
niveles en los que se encuentran operando. Sus emolumentos han resultado ser
cantidades tan desorbitadas que es imposible encontrarle ningún sentido si no
es comprendiendo este nuevo cuadro de las rentas que componen la economía del
primer mundo. Los gestores al ver pasar tantos ríos de dinero por delante de
las pantallas de sus ordenadores incluso han dejado al mundo del capital y a
los capitalistas en un peldaño mucho más bajo y con una remuneración más
comedida.
En este sistema que en la
actualidad está dando sus últimos pasos dos generaciones van a empujar hasta
que caiga en el abismo, el capital, al pairo de sus dueños, ha optado por
conformarse con que su dinero no pierda valor, más que en que sea rentable a
corto plazo.
Aun con todo, yo creo, que
el mayor perjuicio que ha hecho este sistema a la sociedad es haber anulado en
buena medida sus propias capacidades para auto gestionarse a sí misma y de
inutilizar casi todas las capacidades individuales hasta el punto de hacernos
seres caducos.
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