Aunque nos pueda parecer mentira, las grandes inteligencias
del sistema son las más acérrimas enemigas del desempleo. Desde su propia
lógica, sus neuronas son las más preocupadas por tener todos los brazos de la
humanidad ocupados. Hasta en el tercer mundo procuran que no estén paradas las
manos de la infancia y hacen para que la gente trabaje para que la maquinaria
de multiplicar el dinero no pare y llene los cazos de la abundancia.
El sistema tiene una necesidad permanente para la
reproducción del propio entramado. Son los emprendedores quienes lo fecundan. En
estos tiempos de crisis, es, cuando el propio fracaso del sistema exige que
haya personas que valientes y solitarias tomen el relevo de los últimos
quemados por las dificultades. Nuevas voluntades que sustituyan a quienes
acabaron fracasados, a quienes resultaron derrotados en las últimas batallas,
de aquellos que han quedado sin armas ni bagajes.
Son los nuevos emprendedores, aquellos que no saben
muy bien de qué va la cosa, quienes puede hacer galopar al sistema hasta la
siguiente crisis. Es la nueva carne humana que recluta el sistema que puede ser
hasta de mayor calidad y así el tejido se va regenerando de nuevo.
Los gestores del sistema, los animadores y defensores
del Estado y del estado de cosas que se viven en medio de una crisis que no
pueden cabalgar porque no pueden ni pensar en la necesidad de cuestionarla en
su totalidad, necesitan urgentemente opositores al fracaso para sostener el sistema
y el Estado.
Hay que apoyar a los emprendedores.
Hay que ayudar para que la gente inicie nuevos
proyectos.
Hay que facilitar la tarea a los que tienen una idea y
la realicen.
Claman permanentemente, por los emprendedores, por los
cabos de varas que han de meter en el cuartel a la tropa que quiere trabajar.
Se busca: personas que a ser posible sean jóvenes, que
traigan las fuerzas y ganas sin gastar, mentes creadoras de nuevos inventos y
de nuevos trabajos, héroes que estén dispuestos a alcanzar la gloria desde el
mérito que supone ser capaces de facilitar que otras gentes tengan dónde vender
su fuerza de trabajo.
Es así de sencillo: emprender, para que el sistema
pueda seguir reproduciéndose con la rotación de personas e ilusiones.
Como en el cuento de nunca acabar.
Se necesitan nuevas estrellas, nuevas ambiciones para alimentar
de hojarasca la hoguera de las presunciones, la corona de laurel de quienes triunfan
a costa de cualquier indignidad que se pueda imaginar.
Las fuerzas económica y de propaganda, reclaman sin
rubor y de manera absolutamente irresponsable: para que aparezcan personas que
estén dispuestas a tomar desde abajo el relevo. Siempre hay alguien que está
dispuesto a arriesgarse y sacrificarse por su proyecto: el ingenio de un nuevo
trabajo con el que alimentar y justificar el sistema y mantener a la gente
trabajando aunque sea para nada.
Son los emprendedores.
Gente admirable porque en realidad hacen y no saben
qué se hacen.
Los emprendedores llegan por tres vías diferentes:
Los que ya han fracasado al menos una vez.
Muchos de los nuevos emprendedores, ya fracasados en
alguna otra tentativa, tratan de componer su figura para ser uno más de los
redentores del sistema y redimirse a sí mismos. Sin duda que están convencidos
de que no fueron ellos quienes fracasaron sino que fueron las circunstancias
que lo acordonaron.
Es esa idea que casi siempre por necesidad vital de
subsistir, se arraiga en la estupidez humana y hace que vuelva a tentar de
nuevo a la fortuna, sin creer que va a tropezar en el mismo sitio.
Algunos de estos emprendedores son recurrentes
recalcitrantes que ya lo han perdido todo y tienen que volver a empezar con lo
que sea y como sea para tratar de recuperarlo.
Tienen tanto mérito como el peligro que representan.
Los que emprenden
por primera vez.
Son gente joven con iniciativa y ambición. Casi
siempre son jóvenes con ganas de salir para adelante. Nada saben de casi nada, seguramente
que ni de lo suyo, y nada, de lo que es y significa una empresa, y cuando
alguien les advierte no lo quieren ni escuchar porque tienen una idea que sacar
adelante y muchas ganas de trabajar que es lo importante.
Es lo que hace la inocencia y la ignorancia.
Una idea que me viene a la cabeza como una nube negra:
es que estos jóvenes emprendedores son la verdadera carne de cañón del sistema,
más si cabe, cuando en su gran mayoría emprenden en sectores de poco valor
añadido y escasa dificultad y tecnología y piensan que pueden sacar valor del
trabajo de los que son sus iguales.
Ninguno de ellos presiente que se ha de jugar todo lo
que tiene en una partida, que la tiene perdida de antemano.
Asalariados que
quieren tener su propia empresa.
Antes eran los trabajadores
por cuenta ajena quienes daban el salto a crear su empresa. Su último trabajo fue
el trampolín que utilizaron muchos emprendedores en las últimas décadas. Ahora
esa salida no se concibe porque en el fondo se reconoce que se está muy bien
cobrando cada mes el salario y procurando hacer valer todos sus derechos como
trabajador, a la par que se observa con el rabillo del ojo al paisano
empresario que no vive de noche ni de día aunque sea yendo de aquí para allá montado en su Mercedes.
En los últimos años,
quienes desde su experiencia laboral por cuenta ajena trataron de poner en
marcha proyectos con los que pensaban en hacerlo mejor que donde estuvieron
trabajando y ganar más dinero, han sido aquellos trabajadores que fueron
convencidos por algunas empresas para las que trabajaban y mal cobraban, de que
se hicieran autónomos. Les aseguraban que subcontratados, si organizaban el
trabajo por su cuenta y trabajaban más, más dinero podrían ganar.
La gran mayoría de
las veces estas esperanzas no se cumplieron.
Son ahora una de las
más trágicas consecuencias del fracaso.
Hay pequeños
empresarios que nacieron de una voluntad firme de dejar de ser asalariados, de
trabajar por cuenta ajena. El resto de los trabajadores, sus antiguos
compañeros, los odian como traidores que son a su clase y nunca les perdonan
posiblemente porque se llevaron con ellos los secretos que se guardan en el
alma proletaria.
Quizás no sea odio ni prevención, sino que los envidian
porque el pobre siempre ha de ser pobre y el proletario siempre proletario.
Los emprendedores profesionales
Sin embargo hay otros emprendedores que se pasan la vida emprendiendo. Son las grandes corporaciones o grupos empresariales que saben muy bien lo que significa esa labor de emprender y si es preciso: fracasar y volver a emprender. Entonces hacen que las instituciones públicas paguen su voluntad para no irse con la empresa a otra parte.
Para ser emprendedor no es preciso nada, salvo que se
te meta una idea en la cabeza y te hagas al propósito de que con esa idea te
vas a poder ganar la vida y que vas a posibilitar que otras personas que no son
emprendedoras también se la puedan ganar contigo.
¡Menuda obra social!
Es una manera eufemística de ocultar el deseo de
hacerse ricos.
A nadie le llama la atención que la gran mayoría de
los que un día fueron emprendedores, digamos en los últimos treinta años, cuando
las cosas eran relativamente más sencillas y se llevaba a favor soplado el
viento por las necesidades sociales y de bienestar, pasado el tiempo se
arrepintieron de haber emprendido nada.
Los emprendedores de antes, ahora, desesperados,
pretenden convencer a las personas jóvenes para que creen trabajo y a ser
posible para que les compren sus negocios. Es una nueva manera de engañar a las
nuevas generaciones que además: suelen ser las mejores.
Para que las empresas funcionen deben dar beneficio,
si no: no funcionan y desde hace algunos años la empresa tal y como está
concebida, si está basada en el buen hacer empresarial: no da dinero.
Y para que la empresa tenga su sentido ha de hacer o
dar algún servicio que tenga utilidad social, y en la actualidad es difícil
encontrar esa utilidad en nada de lo que se imagine, y ya, ni siquiera
construir casas o fabricar coches: tiene sentido.
Ahora, quien quiere emprender por primera vez, ve más
cerca el fracaso que el posible éxito de sus sueños. Los que ya han fracasado
alguna vez, aquellos que en otros tiempos hubieran podido emprender de
nuevo de alguna manera, ahora han
quedado con una insolvencia tan profunda que les es imposible empezar de nuevo.
Esta crisis que nos lleva en los últimos años y que
parece que se le haya roto los frenos, ha dejado el campo en un erial tan
inmenso y seco para los nuevos emprendedores es absurdo emprender nada.
Mejor si iniciamos entre todos: el cambio del sistema.
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