domingo, 30 de junio de 2013

Los emprendedores

     Aunque nos pueda parecer mentira, las grandes inteligencias del sistema son las más acérrimas enemigas del desempleo. Desde su propia lógica, sus neuronas son las más preocupadas por tener todos los brazos de la humanidad ocupados. Hasta en el tercer mundo procuran que no estén paradas las manos de la infancia y hacen para que la gente trabaje para que la maquinaria de multiplicar el dinero no pare y llene los cazos de la abundancia.
     El sistema tiene una necesidad permanente para la reproducción del propio entramado. Son los emprendedores quienes lo fecundan. En estos tiempos de crisis, es, cuando el propio fracaso del sistema exige que haya personas que valientes y solitarias tomen el relevo de los últimos quemados por las dificultades. Nuevas voluntades que sustituyan a quienes acabaron fracasados, a quienes resultaron derrotados en las últimas batallas, de aquellos que han quedado sin armas ni bagajes.
     Son los nuevos emprendedores, aquellos que no saben muy bien de qué va la cosa, quienes puede hacer galopar al sistema hasta la siguiente crisis. Es la nueva carne humana que recluta el sistema que puede ser hasta de mayor calidad y así el tejido se va regenerando de nuevo.
Los gestores del sistema, los animadores y defensores del Estado y del estado de cosas que se viven en medio de una crisis que no pueden cabalgar porque no pueden ni pensar en la necesidad de cuestionarla en su totalidad, necesitan urgentemente opositores al fracaso para sostener el sistema y el Estado.
     Hay que apoyar a los emprendedores.
     Hay que ayudar para que la gente inicie nuevos proyectos.
     Hay que facilitar la tarea a los que tienen una idea y la realicen.
     Claman permanentemente, por los emprendedores, por los cabos de varas que han de meter en el cuartel a la tropa que quiere trabajar.

Se busca: personas que a ser posible sean jóvenes, que traigan las fuerzas y ganas sin gastar, mentes creadoras de nuevos inventos y de nuevos trabajos, héroes que estén dispuestos a alcanzar la gloria desde el mérito que supone ser capaces de facilitar que otras gentes tengan dónde vender su fuerza de trabajo.
     Es así de sencillo: emprender, para que el sistema pueda seguir reproduciéndose con la rotación de personas e ilusiones.
     Como en el cuento de nunca acabar.
     Se necesitan nuevas estrellas, nuevas ambiciones para alimentar de hojarasca la hoguera de las presunciones, la corona de laurel de quienes triunfan a costa de cualquier indignidad que se pueda imaginar.

Las fuerzas económica y de propaganda, reclaman sin rubor y de manera absolutamente irresponsable: para que aparezcan personas que estén dispuestas a tomar desde abajo el relevo. Siempre hay alguien que está dispuesto a arriesgarse y sacrificarse por su proyecto: el ingenio de un nuevo trabajo con el que alimentar y justificar el sistema y mantener a la gente trabajando aunque sea para nada.
     Son los emprendedores.
     Gente admirable porque en realidad hacen y no saben qué se hacen.
Los emprendedores llegan por tres vías diferentes:
      
     Los que ya han fracasado al menos una vez.
    Muchos de los nuevos emprendedores, ya fracasados en alguna otra tentativa, tratan de componer su figura para ser uno más de los redentores del sistema y redimirse a sí mismos. Sin duda que están convencidos de que no fueron ellos quienes fracasaron sino que fueron las circunstancias que lo acordonaron.
     Es esa idea que casi siempre por necesidad vital de subsistir, se arraiga en la estupidez humana y hace que vuelva a tentar de nuevo a la fortuna, sin creer que va a tropezar en el mismo sitio.
     Algunos de estos emprendedores son recurrentes recalcitrantes que ya lo han perdido todo y tienen que volver a empezar con lo que sea y como sea para tratar de recuperarlo.
     Tienen tanto mérito como el peligro que representan.
        
      Los que emprenden por primera vez.
     Son gente joven con iniciativa y ambición. Casi siempre son jóvenes con ganas de salir para adelante. Nada saben de casi nada, seguramente que ni de lo suyo, y nada, de lo que es y significa una empresa, y cuando alguien les advierte no lo quieren ni escuchar porque tienen una idea que sacar adelante y muchas ganas de trabajar que es lo importante.
     Es lo que hace la inocencia y la ignorancia.
     Una idea que me viene a la cabeza como una nube negra: es que estos jóvenes emprendedores son la verdadera carne de cañón del sistema, más si cabe, cuando en su gran mayoría emprenden en sectores de poco valor añadido y escasa dificultad y tecnología y piensan que pueden sacar valor del trabajo de los que son sus iguales.
      Ninguno de ellos presiente que se ha de jugar todo lo que tiene en una partida, que la tiene perdida de antemano.
      
      Asalariados que quieren tener su propia empresa.
     Antes eran los trabajadores por cuenta ajena quienes daban el salto a crear su empresa. Su último trabajo fue el trampolín que utilizaron muchos emprendedores en las últimas décadas. Ahora esa salida no se concibe porque en el fondo se reconoce que se está muy bien cobrando cada mes el salario y procurando hacer valer todos sus derechos como trabajador, a la par que se observa con el rabillo del ojo al paisano empresario que no vive de noche ni de día aunque sea yendo de  aquí para allá montado en su Mercedes.
     En los últimos años, quienes desde su experiencia laboral por cuenta ajena trataron de poner en marcha proyectos con los que pensaban en hacerlo mejor que donde estuvieron trabajando y ganar más dinero, han sido aquellos trabajadores que fueron convencidos por algunas empresas para las que trabajaban y mal cobraban, de que se hicieran autónomos. Les aseguraban que subcontratados, si organizaban el trabajo por su cuenta y trabajaban más, más dinero podrían ganar.
     La gran mayoría de las veces estas esperanzas no se cumplieron.
     Son ahora una de las más trágicas consecuencias del fracaso.

     Hay pequeños empresarios que nacieron de una voluntad firme de dejar de ser asalariados, de trabajar por cuenta ajena. El resto de los trabajadores, sus antiguos compañeros, los odian como traidores que son a su clase y nunca les perdonan posiblemente porque se llevaron con ellos los secretos que se guardan en el alma proletaria.
Quizás no sea odio ni prevención, sino que los envidian porque el pobre siempre ha de ser pobre y el proletario siempre proletario.

     Los emprendedores profesionales
    Sin embargo hay otros emprendedores que se pasan la vida emprendiendo. Son las grandes corporaciones o grupos empresariales que saben muy bien lo que significa esa labor de emprender y si es preciso: fracasar y volver a emprender. Entonces hacen que las instituciones públicas paguen su voluntad para no irse con la empresa a otra parte.
Para ser emprendedor no es preciso nada, salvo que se te meta una idea en la cabeza y te hagas al propósito de que con esa idea te vas a poder ganar la vida y que vas a posibilitar que otras personas que no son emprendedoras también se la puedan ganar contigo.
     ¡Menuda obra social!
     Es una manera eufemística de ocultar el deseo de hacerse ricos.
     A nadie le llama la atención que la gran mayoría de los que un día fueron emprendedores, digamos en los últimos treinta años, cuando las cosas eran relativamente más sencillas y se llevaba a favor soplado el viento por las necesidades sociales y de bienestar, pasado el tiempo se arrepintieron de haber emprendido nada.
     Los emprendedores de antes, ahora, desesperados, pretenden convencer a las personas jóvenes para que creen trabajo y a ser posible para que les compren sus negocios. Es una nueva manera de engañar a las nuevas generaciones que además: suelen ser las mejores.
     Para que las empresas funcionen deben dar beneficio, si no: no funcionan y desde hace algunos años la empresa tal y como está concebida, si está basada en el buen hacer empresarial: no da dinero.
     Y para que la empresa tenga su sentido ha de hacer o dar algún servicio que tenga utilidad social, y en la actualidad es difícil encontrar esa utilidad en nada de lo que se imagine, y ya, ni siquiera construir casas o fabricar coches: tiene sentido.
     Ahora, quien quiere emprender por primera vez, ve más cerca el fracaso que el posible éxito de sus sueños. Los que ya han fracasado alguna vez, aquellos que en otros tiempos hubieran podido emprender de nuevo  de alguna manera, ahora han quedado con una insolvencia tan profunda que les es imposible empezar de nuevo.

Esta crisis que nos lleva en los últimos años y que parece que se le haya roto los frenos, ha dejado el campo en un erial tan inmenso y seco para los nuevos emprendedores es absurdo  emprender nada.
Mejor si iniciamos entre todos: el cambio del sistema.
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