Las personas mientras
vivimos tenemos algunas necesidades.
A la obligación de trabajar
le da sentido social la satisfacción de las necesidades humanas. Sin duda que
desde esas necesidades se puede establecer la responsabilidad de trabajar, pero
para encontrar sentido al trabajo y justificar su obligatoriedad, lo que
concibe el sistema en el que vivimos es crear cada día nuevas necesidades, las
más de las veces ficticias que sean generadoras de trabajo y que muevan las
otras rentas.
En estos tiempos las
necesidades están empezando a ser infinitas
Recuerdo que un día hace
algunos años, me dijo un amigo que le tenía que comprar un ordenador al hijo
para hacer en casa los deberes que le ponían en la escuela. Yo le dije que no
se lo comprara, no sólo porque no tenía por qué hacer el mocete los deberes en
casa, sino porque a esa edad por mucho que se empeñen no hace falta un
ordenador para hacer nada.
Que no Pedro, que no puedo… que no es así… que tú no
sabes qué es estar escuchando al hijo que todos sus compañeros ya tienen un
ordenador en casa y que con el ordenador hacen los deberes y que además pueden
hacer lo uno lo otro y ciento… y todos los días la misma canción
que no sé yo si no le voy a crear un trauma.
Un argumento irrefutable.
Una nueva necesidad creada.
Una más creada en la mayor
fábrica de despropósitos.
Pasados los años esta
realidad ha pasado a peor.
Y lo cierto es que además,
por arte de birlibirloque, desde arriba y desde abajo y por un lado y otro,
descubren una insatisfacción y nos crean las necesidades sin que nos demos
cuenta de que el día anterior ni las conocíamos. Unas necesidades que si no las
satisfacemos de inmediato, nos parece como si se nos fuera la vida a cachos por
entre las alas del alma.
Así van naciendo las
necesidades más inimaginables, que ya tiene mérito gestarlas solamente con
ingenio de la nada, y por medio de la publicidad, la propaganda y la
manipulación informativa, que también tienen la habilidad de trasmitirlas con
una fuerza que las hace irresistibles para quien tiene con qué y a quien ni
siquiera tiene posibilidad de consumirlas. Necesidades que en muy poco tiempo
se hacen habituales, naturales e imprescindibles.
Las necesidades sociales que
hemos de satisfacer los humanos al menos en este mundo occidental se pueden
establecer por este orden en la siguiente lista:
·
Necesidades
básicas en gran medida financiadas con los impuestos y que las instituciones
públicas tratan de satisfacer con carácter universal, y en algunos casos
obligatorio, que son la base de lo que se ha dado en llamar el estado de
bienestar.
Educación.
Sanidad.
Asistencia social.
Subsistencia digna.
Estructuras civiles.
Para la satisfacción de
estas necesidades también existe una red privada que compite con la pública
llamando a su desprestigio sin pararse en ciernes, y que su diferencia
principal consiste: en la distinta manera de entender el trabajo de las
personas que tienen contratadas que lo envuelven en mejor calidad.
Desde estas necesidades
básicas a las que hay que dar respuestas
que constituyen un mercado inmenso porque afectan a la mayoría de la
población, todos los agentes privados con capacidad de actuar, hacen lo
imposible por copar, mantener y ampliar su negocio o su poder tomando cada vez
más parte en el reparto.
La defensa de que estas
necesidades básicas sean cubierta por parte del Estado, se construye, con
algunos funcionarios que piensan más en sus intereses como “trabajadores” que
en los intereses de la ciudadanía a la que brindan sus servicios, y se realiza
sin pararse a reparar sus deficiencias organizativas y sus despilfarros de trabajo
para no molestar a quien más y mejor lo afianza: el Estado
Las personas que no tienen
ningún medio de vida tienen derecho a pequeñas pensiones para cubrir las
mínimas necesidades vitales
·
Otras
necesidades las satisface mayoritariamente la actividad privada. Por promover
estas necesidades y dar preeminencia a
las unas sobre las otras es por lo que se influye en las conciencias de la
población con grandes avalanchas de publicidad y propaganda para que
individualmente casi siempre de una manera engañosa opte por satisfacer unas
antes que las otras y para que de cada una sean las suyas antes que las de los
otros.
Es una batalla en la que se
utiliza el marketing para introducir en la conciencia social los hábitos con
los que luego se desarrollan grandes estrategias económicas
- Alimentación.
- Vivienda,
- Vestido y calzado.
- Ocio y entretenimiento.
- Enseres y cacharros.
- Y toda clase de servicios
que nadie pudiera necesitar y que sin embargo se hacen necesarios.
Para satisfacer estas
necesidades en el sistema entre quienes prefieren las grandes ofertas en
perjuicio de las pequeñas se han maduro dos maneras de afrontar su logística
hasta el consumidor. Una batalla económica y social muy importante y
trascendente en la que amparados por la fuerza del tamaño las necesidades se
satisfacen cada vez más desde las ofertas más grandes.
Las grandes empresas y los
productos o servicios que se hacen más trascendentes en estos tiempos, han
tratado de aprovechar las economías de escala y utilizando los nuevos sistemas
de gestión comercial y abusando de la publicidad y la propaganda llegan hasta
el consumidor con cierta superioridad
sobre la competencia más pequeña. Operan de tal manera que saben aprovechar los
beneficios de mercado que ofrece el sistema a los más grandes y con el que
vuelven a ganar ventaja.
Esta forma de llegar hasta el consumidor hace que
la detección de las necesidades y la satisfacción se diseñan cada vez de puntos
más altos y más lejanos del consumidor final jugando en buena medida con esa
parte que la humanidad tiene de estulticia y complicando sus vidas.
·
Aparte
de estas necesidades objetivas, hay otras muchas que tienen un carácter más
subjetivo y que también son inducidas por el mismo sistema. Estas necesidades
se exige que las administre el Estado aunque cada vez más se hace de manera
privada.
Control y organización
social.
Seguridad.
Estructura e instituciones
públicas.
Estas necesidades a la que
desde su irracionalidad se le dan apariencia de necesarias y razonables son las
que más están alimentando y creciendo en las últimas décadas. Para mantener el
andamiaje del sistema los factores que lo sostienen necesitan de una sociedad
temerosa que exija que se le proteja mientras llegan a conseguir la
satisfacción de esas nuevas necesidades. Una sociedad absolutamente controlada
por el poder para el que no pasa desapercibido ni el mínimo detalle.
Recuerdo una historia que me
contaron no sé si cuando era niño o ya era adolescente y que viene al caso de
las necesidades creadas.
Un viajero llegó a un pueblo y cosa rara, llevaba un
sombrero que adornaba su cabeza y llamó mucho la atención cuando llegaba
andando por el camino. Por aquellas tierras los habitantes nunca se cubrían la
cabeza porque estaban convencidos de que la naturaleza había provisto que la
cabeza se cubriera con el pelo para calmarla del calor y del frío, y así cada
cual llevaba el pelo a su manera sin más necesidad que cortarlo de vez en
cuando con unas tijeras. El viajero se hospedó en la fonda que había en el
centro del pueblo y a media tarde salió a pasear por la plaza y la calle Mayor
luciendo su sombrero. A nadie le dijo
nada, quizás porque no hablara el mismo idioma que los aldeanos, pero cada vez
que se cruzaba con alguno de ellos con su mano levantaba el sombrero y les
saludaba. Todos le miraban sonrientes, sorprendidos y agradecidos. Así pasaron
la tarde el viajero y los aldeanos dando vueltas por el centro del pueblo más concurrido que ninguna otra tarde, porque
se dio la ocasión de que algunos aldeanos también salieron de propio de sus
casas para que les saludara el viajero con su sombrero. Al día siguiente un
socio del viajero se presentó en la plaza con una mesa en la que colocó unas
pilas de sombreros de todos los modelos, tamaños y colores. Antes de que se
hubiera recogido el sol ya los había vendido todos a razón de doce reales cada
uno.