Desde el punto de vista histórico, también a nivel
social y humano, la división del trabajo ha puesto unos límites a la humanidad
que hasta hace muy poco tiempo no se han superado por completo.
·
Los hombres a
ganar el pan.
·
Las mujeres en la
casa con la familia.
Esta manera de organizarse también aparecía en la
novela sagrada en el mismo capítulo, la primera división de tareas en la
historia de la humanidad quedaba plasmada, de la misma manera en la que estaba
determinada la maldición divina de trabajar.
Desde esta idea, por la cual cada quien tiene un
destino en la vida, una de las circunstancias que más ha perjudicado a la
humanidad a lo largo de la historia ha sido la división y la especialización
del trabajo.
Este es el proceder social que se ha practicado en la
disposición económica y social de nuestra civilización, es lo que ha llevado a
que la organización del trabajo se basara en que cada persona había de saber hacer
algo: tener una profesión con la que justificar su comida. Así nos encontramos
con que cada persona en función de la familia en la que nacía o el lugar en el
que vivía, desde niño, optaba por ser lo que fuera a pesar de que esa opción
salvo honrosas excepciones le imposibilitaba que pudiera ser nada más en su
vida.
Con la división del trabajo que se ha conformado
socialmente durante los últimos siglos, desde la misma estructura social y
urbana que generaron los gremios hace más de dos mil años cuando el trabajo se
fue especializando de una manera clara incluso siendo separado cada oficio: físico,
social y económicamente, la moderna concepción del trabajo ha superado estas
estructuras de aquellos oficios y gremios nos ha llevado a que haya
especializado el trabajo no solamente a una determinada profesión sino a una
tarea concreta.
En la actualidad hemos llegado a un momento en el que
ya casi todas las personas hemos optado por despreciar la pericia para hacer
nada que no tenga que ver con lo que es nuestra faena profesional. Esta
división se ha tornado de tal manera que podemos llegar a ser expertos en
cualquier tarea, que además pude ser una tarea inútil, y además ser absolutamente
inútiles para todas las demás tareas aunque tengan un tronco común y una
técnica similar a la que somos expertos.
Esta forma de entender el trabajo, que podía ser muy
práctica, se fue implantando en la sociedad desde la cultura gremial del
medievo en la que las necesidades eran muy limitadas. Pasado el tiempo, hasta
hace un siglo, estructurar la sociedad así, podía llegar a tener algún sentido si
se entendía que cada cual socialmente, tenía su tarea y tenía bien definido lo
que podía hacer y lo que debía hacer en la vida. Quizás hacerlo así ayudara a que la sociedad se organizara
de una manera muy sencilla repartiendo tareas y recursos entre casi todos.
Con la revolución industrial se profundizó esta
especialización del trabajo hasta llegar a un punto, en el que quien trabaja
puede ser capaz de hacer cualquier tarea muy específica y complicada en un
punto de la producción sin tener ni idea de todo lo que se hace en el conjunto
de lo que se produce.
Y quien ha llegado a tener un oficio desde el que ha
tenido una visión en conjunto de su trabajo, ha sido dentro de una cultura de
lo que significa la profesión que todavía tiene mucho de gremial. Si la familia
es de padres médicos los descendientes serán médicos, si son abogados,
practicarán la abogacía, si trabajan con el hierro trabajarán en la fragua y si
con la madera con la madera y si son albañiles y construyen casas construirán
casas sus hijos, y si son funcionarios serán funcionarios, si son peones todos
los descendientes serán peones para toda la vida.
Y más tarde, en estos tiempos en los que es más
importante el control y la seguridad y tener entretenidas a las personas para
que no tengan malos pensamientos, sobre todo con el crecimiento de las
estructuras administrativas pública y privadas, la división del trabajo se ha
asentado y multiplicado de una manera implacable en la burocracia y el funcionariado.
Hace unos
años fui a las oficinas de la policía a recoger mi carnet de conducir. Los
entregaban en la primera planta y al subir por las escaleras me encontré con un
mostrador en el que estaban atendiendo dos policías. Uno de ellos, sentado a la
derecha era el que entregaba los carnets y tenía una larga cola de pacientes
ciudadanos esperando para recogerlos. El otro, a su lado, como sujetando el
pilar de la izquierda en el que se sujetaba el edificio, con la mirada caída y
el bolígrafo en los labios con actitud de pensador que se aburre pensando, no
tenía nadie que esperara su trabajo. Pasado un buen rato y cuando yo ya estaba
el segundo de la fila y queriendo ahorrarme unos segundos de espera me puse
delante de quien estaba pensando y le di los documentos que llevaba para
recoger el carnet.
Ay perdón yo
no le puedo atender… no sé hacer eso. Me dijo.
Esta especialización del trabajo es también la que ha
obligado a tener que cambiar un trabajo
por otro con mediación del dinero. Con la división del trabajo hay quienes
hacen unas cosas y quienes hacen otras, cada persona en su casa con lo que sabe
hacer y el dinero en todas las casas para que lo gaste quien quiera. Aunque
luego resulta haber más en unas que en otras: también según el cociente que
haya resultado de la división del trabajo. Con independencia de la tarea que
cada cual realiza, desde esta especialización nadie piensa en el bien común,
sino que por el contrario: alimenta la codicia vanidosa de quien tiene el
trabajo más imprescindible y con menor oferta.
En consecuencia, con esta división y especialización del trabajo nos es más
difícil procurar nuestra propia subsistencia. Actuar así, debido a que son muy
pocas las cosas que sabemos hacer de manera autónoma, creamos una
interdependencia entre las personas que es malsana por la misma necesidad que supone
que sea casi imposible de superar. Así, para casi todo lo que necesitamos,
aunque sea muy simple, alguien nos tiene que ayudar y colaborar a cambio de
dinero.
En la actualidad se defiende esta especialización del
trabajo por una hipotética y falsa mejora del rendimiento del trabajo porque aseguran
que llega acompañado por un mayor conocimiento de lo que se hace. Sin embargo con
la especialización y división del trabajo se muestra a la sociedad: individual
y colectivamente sus propias incapacidades y profundiza en la creencia de que
no es necesario ni posible llegar a ampliar su horizonte de sapiencias y
pericia. Esta misma división y especialización rechaza el aprendizaje, la
formación y el conocimiento de las personas y la necesidad de que adquieran otras
aptitudes.
A pesar de la especialización de cada trabajo la
realidad es que casi todos los grandes avances en todos los sectores han
llegado de mano de quien no se había iniciado en ese oficio. Alguien que llegó
un día y lo observó desde fuera y comprobó cómo los vicios los defectos y los
malos hábitos era la cuerda con la que se unían y comprobaron que esa eficiencia
de la especialización era una gran mentira con la que se ocultaba mucho trabajo
inútil y una vanidosa importancia.
Pero vista esta división del trabajo más cercana en el
tiempo, tiene algunas consecuencias que en apariencia parecen baladíes pero que
son muy determinantes en la vida de las personas:
· La gran mayoría de los trabajos aunque sean de un
cierto nivel tecnológico se han diseñado y diseccionado de tal manera que con
un poco de entrenamiento no se necesita formación de ninguna clase para
realizarlos. Si se necesita algún conocimiento no es más que lo que se puede
aprender en muy pocos días con un mínimo de comprensión. De lo que yo he visto,
en el noventa y nueve por cierto de las ocasiones, en el trabajo hay que tener
más destreza que conocimiento.
· Muchas vidas se han visto desaprovechadas porque se
han sentido preparadas para realizar un trabajo que nunca han tenido. Luego han
sabido que aunque lo hubieran tenido significaría poco más que una pieza más
del engranaje de la máquina de trabajo en la que estuviera destinada por el
aparato burocrático. Conozco de muchas personas, que en esa espera ansiosa por
realizar el trabajo de sus sueños, sus ilusiones vanas les han podido y ni
siquiera han activado su tiempo en dedicarlo para ellas mismas, para sus
adentros, independientemente de para lo que estuvieran preparadas.
En los núcleos más religiosos y que mejor guardan las
esencias monoteístas, esta división entre hombres y mujeres de la que hablaba
al principio todavía es una ley y sigue siendo una manera de entender la
organización social que no hay manera de cambiarla. En buena medida la sociedad
lo ha superado pero sin embargo esta división del trabajo desde todas sus caras
es la que hay que tratar de superar.
La especialización absurda del trabajo llega hasta el
punto de que necesitamos que en la carnicería nos empanen una chuleta de jamón
de cerdo envolviendo una loncha de queso porque no somos capaces de hacerlo en
casa por nuestros propios medios.
Seguro que estamos muy cansados de tanto trabajar en
lo nuestro.
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