Desde que estoy trabajando en este tema en el que
analizo la sacralización que nos crea el entorno para que nos sintamos en la
obligación de trabajar mucho más que lo que necesitamos, en mis cavilaciones para
conocer cómo en el ambiente social, las mentes que dirigen las sociedad de forma
subliminal ponen a punto las herramientas que luego utilizamos los humanos para
hacernos daño los unos a los otros con todas las circunstancias que rodean al
trabajo, avaladas en mis observaciones de cómo se suceden unas a otras las
consignas sobre el trabajo su necesidad y obligación, en mis pesquisas para
adivinar cómo han de alimentarse unas a otras para que no se interrumpan en un
infernal relevo, la otra tarde, en la parada de autobús me entretuve en leer y copiar
el anuncio que había con un gran cartel en la marquesina.
Programa de dirección de personas.
ESIC BUSINES
MARKETING SCHOOL
Impulsamos tus desafíos.
Headhunters.
Tela.
Son las ensoñaciones que tienen los más listos del
sistema para que quienes se están formando tengan un acicate más para encontrar
trabajo y salir de la crisis aunque luego la gran mayoría no consigan salir de
la miseria. Se creen que son la inteligencia económica del no va más, haciendo
creer a la gente joven que con esta formación tan rimbombante que ellos
dispensan pueden encontrar trabajo y realizarse en su vida y sobre todo:
muestran sin decoro que ese trabajo consiste en controlar el trabajo de otras
personas a las que también les deberán hablar de formación y de desafíos.
Marinera
Son muchos los casos que puedo observar en torno a la formación
necesaria de las personas para el trabajo, que además se supone que es una
formación prioritaria ante cualquier otra circunstancia de la vida.
Esta tarde he oído a un periodista cómo trataba de
justificar el esfuerzo de formación que es necesario hagan todos los
trabajadores de todos los sectores para enfrentarse a los actuales momentos de
crisis y salir entre todos para adelante. Palabras. Es un periodista que se supone
a sí mismo de izquierda y que cuando se le oyen sus argumentos parecen de
izquierdas. Decía queriendo ponerse él mismo de ejemplo:
También los
periodistas hemos asumido ponernos al día y reciclarnos y nos vemos en la
obligación de formarnos en nuestra profesión de periodistas y aprender de las
nuevas tecnologías que son tan necesarias para nuestro oficio. Y sin pararse a
mirar los años que tengamos cada uno, hemos de hacer algún master que nos ponga
al día en la especialidad que nos ocupa… porque cada día es todo más complejo… y además hemos de tener otra aptitud ante el
trabajo que ya nada es sencillo. Y sin duda, hemos de aprender idiomas y
tenemos que salir de casa y olvidarnos de que siempre hemos vivido en el mismo
sitio y dejar a la familia si hace falta.
Aquí ya le he dejado de escuchar.
Total: tanto, tanto nada más que para comer.
Y para no informar ni decir nunca la verdad.
Palabras ya muy gastadas para consejos mil veces
derrotados.
Pues que igual no es tan de izquierdas.
Hace unos años estaba trabajando en una pequeña empresa
de distribución cuando ya estaba inmersa en ese mar de dificultades que pasado
el tiempo ya las ha ahogado a casi todas. Una serie de cambios que planifiqué
exigían buscar un comercial que trabajara en ampliar la zona geográfica en la
que estábamos vendiendo y que profundizara en ella apoyado por un pequeño plan
de fidelización.
Fue imposible encontrar quien fuera capaz de hacer
esta labor. Alguien que se hubiera formado en esas habilidades sociales
necesarias para afrontar la defensa de lo propio y saber venderlo con la naturalidad
que le hurta el marketing que hubiera aprendido no sé dónde. Quien parecía que
podía hacer esa defensa tenía la costumbre y por tanto necesidad de que alguien
le dijera cómo lo tenía que hacer y si acaso que en vez de enseñarle
directamente lo hiciera él mismo. Me resultó curioso comprobar la escasa
empatía que demostraron los vendedores para con las necesidades de quien compra
tratando siempre de vender más lo que les interesaba que lo que le interesaba a
sus clientes.
También necesitábamos alguien que se hiciera cargo de
una parte de la organización almacén. Una tarea muy sencilla y elemental. Imposible
encontrar una persona con la capacidad suficiente para colocar en las
estanterías: las latas con las latas y las botellas con las botellas, de poner las
grandes abajo y las pequeñas arriba y saber buscarlas e identificarlas
correctamente para no volverse loco luego. Es increíble ver cómo: quien está
dispuesto a trabajar de almacenero no preste más cualidades que estar preparado
para meter y sacar las cajas que le digan del lugar donde le digan y pasar la
escoba de vez en cuando, cuando se lo manden.
Lo más curioso es que también hubimos de buscar una
persona que repartiera la mercancía a nuestros clientes. Esta selección es quimérica.
Ordenar mercancía, albaranes de entrega, clientes en ruta y entrega en
condiciones se convierte en un jeroglífico de imposible solución. Quienes se
presentan son jóvenes a los que les gusta correr sobre cualquier vehículo de
cuatro ruedas y por eso buscan un trabajo en el que a la vez de hacer la tarea puedan
emular a cualquier piloto famoso.
Esta es la formación para el trabajo que se ha
conseguido desde siempre desde esa idea de que hay que trabajar. Una manera de
formar personas con la que las estructuras individuales para afrontar cualquier
tarea han quedado derrumbadas.
El otro día, en otra de las empresas en las que presto mis servicios de planificar lo que se debe hacer para que luego hagan lo que quieran, el dueño, como en un lamento que se escapa de su ánimo, me dice que uno de los trabajadores que se hace cargo del mantenimiento de las máquinas que vendemos e instalamos, cuando acaba su jornada se ha puesto a estudiar dibujo. Sí, sí a dibujar.
El otro día, en otra de las empresas en las que presto mis servicios de planificar lo que se debe hacer para que luego hagan lo que quieran, el dueño, como en un lamento que se escapa de su ánimo, me dice que uno de los trabajadores que se hace cargo del mantenimiento de las máquinas que vendemos e instalamos, cuando acaba su jornada se ha puesto a estudiar dibujo. Sí, sí a dibujar.
Para el
empresario es muy difícil entender esta conducta de su empleado y no encuentra
sentido que a sus años se ponga a estudiar dibujo como si no tuviera otra cosa
mejor que hacer en la vida.
¡Mucho más
valía que hubiera hecho un curso de electricista que le hubiera venido bien
para el trabajo y hubiera sido bueno para todos... que cuando toca algo de
electricidad se ve perdido…!
Así han conformado la conciencia de quienes están en
activo: no hay nada más importante en la vida que el trabajo.
Mucho más importante que la propia vida.
Tengo unos amigos a los que conozco bien y desde que
tengo relación con ellos sé qué piensan en relación a lo que es y representa el
Euskera: el idioma originario de la tierra en la que vivo y que en las últimas
décadas está saliendo del ostracismo. Hasta ahora ellos pensaban que para todos
era una pérdida de tiempo y dinero tratar de resucitar una lengua muerta que no
servía para nada de provecho y de la que no se podía extraer beneficio.
Sin embargo mis amigos han tenido una hija cuando ya
no la esperaban y en estos días la moceta ha comenzado su camino en la escuela
y mis amigos han inscrito a su hija en la ikastola.
No porque ahora haya nacido en ellos un inusitado amor
por las lenguas muertas sino para que cuando sea mayor sepa hablar Euskera que
así le será más fácil encontrar trabajo porque para trabajar en las
instituciones y administraciones públicas requieren que se sepa aunque no sirva
para nada salvo preservar algún derecho.
Así se empiezan a comprender muchas cosas.
Porque también la escuela con la necesaria
prescripción de los padres y de las madres, forma a la infancia y a la
adolescencia para que estén preparados para trabajar para que puedan encontrar
empleo el día de mañana. A nadie se le ocurre decir que la escuela haya de
formar para que los niños sean libres y felices. Y desde luego la escuela tampoco
los prepara para que sean capaces de ser autónomos en sus vidas y saber resolver
sus necesidades sin que haya de depender de que nadie cree un puesto de trabajo
para él ni le diga lo que tiene que hacer.
Yo creo que la mayor deficiencia que tiene la
educación es que nos hacemos adultos y la mayoría de la población pensando en
trabajar mañana, no ha aprendido a valerse por sí misma sin estar inmersa en el
sistema en el que se piensa que es mejor trabajar para otros y si acaso para
las estructuras del Estado y tener una dependencia absoluta de él.
Sigo pensando en qué se puede hacer para formarse para
el trabajo, cuando en realidad, hay una parte importante de la población que no
tiene capacidad intelectual suficiente para el mundo laboral complejo que se ha
creado persiguiendo un imposible y que en realidad, en ningún momento piensa en
las necesidades reales de la sociedad.
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