miércoles, 15 de octubre de 2014

La huelga

       Para el sistema es necesario seguir dando vueltas a la manivela, para que la rueda ruede y que la noria no pare y así gire el eje sinfín que hace andar a la piedra y muela hasta llenar el embozo.
       Así todo funciona.
       Quien ha dispuesto que el molino es suyo: puede recoger la harina.
       Hay una herramienta que hace valer al trabajo en lo que vale y que utilizadas con todas sus consecuencias paraliza la fuerza que mueve todo el desproporcionado engranaje económico:
       La huelga.
       Todo cambia de tono cuando se para de trabajar.
       La tierra se vuelve plana y nada se mueve ni aunque caiga.
      El sistema y sus valedores saben que si se para: están acabados.
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       En ocasiones se pretende que el dinero es el aparato circulatorio de la economía y que es el factor imprescindible el que hace posible que todo transite en el sistema económico, pero en realidad, para que todo fluya y circule, el aparato se debe soportar sobre las espaldas de quien trabaja que además no exige dinero hasta acabar el mes.
       Sin sus brazos nada se mueve y sin sus manos nada se recoge.
       Sin el trabajo presente, ni el andar de las máquinas  es posible.
       Bajar los brazos paraliza la economía de quien los deja caer.
       La huelga donde llega crea el vacío económico.
       Es la fuerza que tiene el trabajo si está parado.
       Quietos en la calle sin hacer nada.
       Nada se menea.   
      
        En capítulos anteriores he expuesto la realidad de la importancia y trascendencia del trabajo para que el sistema funcione como dios manda. Así desde tiempos inmemoriales una orden divina decretó la obligatoriedad de trabajar. Un deber que en esta época en la que vivimos se hace de forzado cumplimiento desde el momento en el que muestra al trabajo como la fuente de la que brotan todos los derechos de las personas independientemente de sus necesidades y de sus capacidades.
       También he expuesto cómo el trabajo siempre está subordinado a la fuerza de los otros factores que están más coordinados y tienen una estrategia más concreta para lo que afecta a la defensa de sus intereses y que quienes defienden el trabajo, como derecho a trabajar aunque no lo respeten, dejan al trabajo como un ente abstracto que nada tiene que ver ni con ellos ni con lo que se trajinan.
        La huelga en estas condiciones es un derecho pero también es una herramienta que tiene que servir para demostrar la importancia que tiene la fuerza de obra humana para la sociedad Cuando aquella parte de la normalidad social que está en huelga: no abre y no funciona y no alimenta al sistema y demuestra que el trabajo es imprescindible. Por ello el poder siempre trata de poner servicios mínimos para que en la sociedad no se lleguen a padecer las consecuencias de la huelga.
        Pero es necesario precisar que ni siquiera aquellas organizaciones que dicen defender el mundo del trabajo utilizan la huelga para defender la importancia y trascendencia general del trabajo: la utilizan de manera muy testimonial y simbólica para cuestiones que en última instancia denigran el trabajo y a los trabajadores. Recurren a la huelga como una amenaza o una manera de reivindicar pequeños detalles salariales que la mayoría de las veces están en contra de las necesidades reales del trabajo en general y paradójicamente a favor los derechos de quienes tienen trabajo y que además en algunas ocasiones son privilegiados.
        Las huelgas que son sectoriales y que se promueven en la defensa de causas concretas son otra cuestión en la que también quiero entrar. Salvo en aquellos sectores en los que no hay más valor añadido que la mano de obra, creo que es una manera de no ver el trabajo y el mundo del trabajo en su conjunto. Creo que son fuegos de soberbia que tienen más contraindicaciones que ventajas en cuanto a su valor social de carácter ejemplar y político y la proyección del trabajo en la sociedad.
       Ha habido muchas huelgas de infausto recuerdo  y que eran más la defensa de los derechos de unos trabajadores sin tener en cuenta a los otros trabajadores que venían por detrás.
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Entre tanto, en el centro del sistema económico social y político, a pesar de todo el trabajo es el único factor de los que intervienen en la actividad económica que si es preciso se desprecia, y que casi siempre se minusvalora. En el mercado  dicen que se juegan las cartas de la oferta y demanda en una batalla sicológica en la que intervienen tantas circunstancias que en la práctica se convierten en una balanza muy perversa en la que todos los demás factores actúan de tahúres.
       Un factor con el que se juega siempre, que supone que cuando se inicia una huelga de una manera consciente y consecuente, el sistema se convierte en el mayor apostante y mecánicamente reivindica el derecho a trabajar de todo el mundo, hasta de aquel que por voluntad propia no trabaja ningún día pero que de repente le entran ganas.
       Todas las cajas de resonancia del sistema, ante el ejercicio del derecho de huelga, ponen en marcha una grosera defensa del derecho a trabajar y de la libertad de trabajar y tratan de animar para que quien quiera trabajar trabaje y el derecho ciudadano que por un día mejor tratan de proteger es el de la libertad de trabajo. Esa libertad de trabajar que a nadie le preocupa cuando se trata de aquellas personas que no tiene trabajo y que ni quizás lo vaya a tener en su vida.
        Hay una huelga que se hace todos los días que es la de las personas que buscan trabajo y no lo encuentran. La huelga puede ser declarada o sin declarar pero muchas ni siquiera se preocupan en salir a buscar un empleo. Incluso la falta de trabajo puede ser como una posición de huelga porque han comprobado que cuando las cosas son imposibles entonces son imposibles. Eso no le importa al sistema porque en el estadio de la crisis en el que se encuentra sumergido no necesita más trabajo que el que está demandado y todavía así le sobra.
        Pero hay otra huelga que está haciendo una parte importante de la población, aquella que no está trabajando en todo aquello que le está requiriendo el sistema, ni acepta todo lo que le exige para ejercer su derecho a trabajar, población que prefiere buscarse la vida por su cuenta y al margen del sistema y en lo que le llaman la economía sumergida.
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 El sistema y sus garantes no perdonan la demostración de fuerza que representa consciente y consecuentemente no querer ir al tajo por quien tiene la obligación de trabajar y el orgullo de quien desprecia el dinero que supone faltar al trabajo por causa de la huelga. 
        Una parte importante de la población no entiende la huelga y en el fondo de su inconsciente queda toda esa cara revolucionaria que ha trascendido y que políticamente no se puede tapar. Nunca ven el momento oportuno para que el trabajo reivindique radicalmente sus derechos y siempre disponen de que hay otra manera más eficiente de defender esos derechos que yendo a la huelga: trabajando.
       Entre quienes trabajan y están convocados a hacer una huelga de cualquier tipo, aquellos trabajadores que cobran más por el factor de su gestión que por el de la fuerza y tiempo de su trabajo que aportan son los que más se oponen a seguirla. Pocas veces responden a las demandas y convocatorias porque a la parte de su gestión no le interesa la huelga.
        Creen que no viven de su trabajo sino de lo que gestionan.
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El sistema bendecido por dios y por sus representantes en la tierra hasta hace muy poco no sabía perdonar que se trabajara el domingo día del señor y otras fiestas de guardar y no se santificara guardando fiesta.
        No podía haber excusa para faltar a misa.
        El sistema consiente las huelgas que se hacen con motivo de la celebración de las fiestas oficiales con las que en cada rincón o actividad profesional que se tercie, honra patrón o una patrona. También aplaude aquellas huelgas más significadas de la liturgia democrática y católica que se celebran aquellos días que tiene señalados el Estado para ser honrado otras festividades a las que llaman civiles.
        Estas huelgas oficiales que tienen sus manifestaciones pagadas por las instituciones tienen la virtud de respetar por encima de todo el sacrosanto derecho al trabajo y no afectar al trabajador, porque desde el principio del año ya están todas descontadas de los calendarios y resultan siendo inocuas respetando esas fiestas a las que tiene derecho.
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Estoy tratando de acabar este capítulo.
       Hoy se honra y conmemora a la virgen de la Almudena.
       El gobierno de España con la que está cayendo ha hecho huelga.
       Nadie se preocupa por esta huelga ni por el trabajo que se ha dejado de hacer en este viernes tonto 9 de Noviembre.
       Al revés, esta huelga crea riqueza económica y de la otra.
No obstante el sistema ha encontrado en el hambre y la miseria, real o amenazante el mejor antídoto para la huelga. Estos estados, a su vez promueven, participan y se desviven en las huelgas religiosas.
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