Hemos visto en los inicios de esta obra que en esta
civilización judeo-cristiana que determina nuestras vidas y conciencias nos ha
condenado a una parte importante de la humanidad, a trabajar con la excusa de
redimir un pecado y también en las civilizaciones orientales el trabajo se
entiendo como una manera de realizarse las personas.
Enfrentarse al sistema y en menoscabo de esta
civilización cuyo uno de sus puntales básicos es el trabajo es imprescindible
que además del tiempo de descanso se conquiste un tiempo de ocio para que en
ese tiempo en el que no se tiene nada más que hacer que lo que dicte la propia
voluntad.
El trabajo es valioso porque puede satisfacer nuestras
obligaciones de subsistencia y nuestras necesidades materiales y no porque el trabajo sea bueno en sí mismo y
mucho menos significando el cumplimiento de una condena que se ha
interiorizados en nuestras conciencias si no que con la organización racional
del trabajo sería posible generar tiempo de ocio sin perjuicio del buen
desarrollo económico con el que poder cumplir con las obligaciones y
necesidades humanas.
El ocio de todos, no el ocio de unos pocos.
El tiempo de ocio es esencial para las personas.
Cultivar el ocio es
el futuro de la humanidad.
.
.
En la medida en que
estas afirmaciones son ciertas en el mundo moderno, es una condena de nuestra
civilización que desde la educación medrosa que se cultiva en las familias,
desde la educación sometida de la escuelas, desde la transmisión de las
necesidades en fomento del consumo que impone el sistema económico, no se
potencie el tiempo de ocio como un derecho por las posibilidades que ofrece a
las persona reforzar sus capacidades y competencias desde los gustos que
potencian su actividad y que generan sus ilusiones y esperanzas vitales.
El tiempo de ocio es aquel que utilizan las personas
para dedicarlas a sí mismas principalmente a cultivar su propia identidad y
eficacia, en su provecho y en de su entorno familiar o social sin pensar en su
rentabilidad. Ese tiempo indeterminado en el que tenemos fuerzas y voluntad
para hacer y podemos hacer lo que nos dé la gana aunque no sirva para nada más
que nuestra satisfacción personal.
Casi siempre se confunde los tiempos de ocio y los de
descanso.
Para no equivocar este mensaje alternativo no podemos
entender el tiempo de ocio como aquellos espacios temporales normalizados que
tenemos en la actividad laboral para descansar y expansionarnos: unas horas
tras la jornada laboral, periodos diarios semanales o unas semanas para
vacaciones al cabo de cada año. Tiempos que no dejan de ser espacios con los
que cubrir las necesidades de descanso y al que habríamos de llamar de tiempo
libre.
El tiempo libre y de descanso, en estos tiempos es más
amplio que lo que ha sido nunca en la historia donde resultaba escandalosa la
idea de que los trabajadores pudieran disponer de tiempo en el que holgar.
Trabajar y solo trabajar, salvo por las inclemencias y las estaciones, se
traducía de una visión de la vida humana que ha acarreado durante siglos, que
desde la infancia para todas las personas sanas la jornada normal de trabajo
fuera de sol a sol. No obstante, en la actualidad el tiempo libre y de descanso
es muchas veces es tan escaso y tan intempestivo que no permite un tiempo de
ocio: salvo de una forma un tanto compulsiva y exenta de racionalidad. El
sistema ha confundido en su beneficio los tiempos de ocio y los de
descanso de tal manera que tratando de
introducir el ocio en el descanso, el ocio ya no tiene capacidad de ser activo.
En esta confusión ha procurado nada más que un banal entretenimiento o un
estrés que sustituyen al descanso. Esta confusión de unos tiempos con otros
supone que se han convertido en un nuevo nicho mercado que sirve al sistema
económico y social, capaz de crear
nuevos trabajos ficticios y que además en último extremo vuelve a ser una nueva
forma de control social y de pastoreo.
En esa educación en la que han de trabajar tanto para
que mañana tengan trabajo tampoco le deja a la infancia mucho tiempo de ocio
que también se torna en obligación. Es bastante extraño, que mientras los
padres desean una educación para sus hijos que ha de servir para encontrar
trabajo de mayores hacen que de niños trabajen tanto que no les dejan tiempo
para civilizarse. De todos los padres se ha llegado a conseguir que en realidad
les disguste el ocio incluso para sus hijos y han convertido el tiempo de ocio
de la infancia en tiempo de trabajo y de obligación. Incluso si en el
divertimento en la ocupación del tiempo libre en la relación con sus compañeros
en sus recreos el niño juega al fútbol automáticamente los padres inician la
ensoñación según la cual el niño acabara ganándose la vida de futbolista.
De los jóvenes que
tienen aficiones personales que no sirven para ganarse la vida en el día de mañana
pensamos que están perdiendo el tiempo y si bien los hemos criado entre
algodones la realidad es que los hemos dejado indefensos y sin recursos ante
una sociedad futura de ocio activo y constructivo que además le aboca a la
apatía y la decadencia. Jóvenes a los que les hacemos representar el papel de
que sea los aprendices de lo que nosotros no aprendimos y de que adquieran las
experiencias que a nosotros no nos han servido para nada, si acaso para
hacernos peores personas. Esta realidad la podemos constatar, pero históricamente:
al hombre se le ha educado y se le ha inducido a que aproveche su tiempo para
que el día de mañana saque algo de provecho.
Tampoco a los jóvenes les permitimos que trabajen su
ocio.
.
La población que
trabaja está muy concienciada de que ha de dedicar una parte importante de su
vida a trabajar para comer y que además si puede trabajar un poco más mejor
comerá e incluso podrá ahorrar. También una parte importante tiene asumido que
un tiempo de ocio para sí misma no se lo puede permitir y disfrutar, más si
cabe: cuando en realidad tiene que trabajar.
Todos es un producto
de la civilización y de la educación.
Cada vez que pretendo
explicar que las personas hemos de disfrutar de más tiempo de ocio todas me
dicen que estos tiempos no son como los de antes y que la gente se entretiene
con cualquier cosa y que cuanto menos esfuerzo le requiera el entretenimiento
más le satisface. Para contrarrestar mis ideas me argumentan que si no fuera
más que por la estricta necesidad nadie querría trabajar, y que mejor que
trabaje, que si no la gran mayoría se convertirían en seres amorfos a los que
además no quedaría más remedio que dignificamos en su decadencia. Dicen que
nadie hará el esfuerzo de tener un ocio que construya su persona.
No estoy de acuerdo
nadie se niega a hacer lo que le desea hacer.
Desde niños nos
educan en el ocio pasivo y el entorno cultural y social fomenta los
divertimentos basados en las fiestas populares de contenido absurdo cuya única
calidad es que son tradicionales y gratuitas y en los espectáculos de masas:
deportivos y festivos con los que tratamos de suplantar la sensaciones de
satisfacción que tiene la sociedad de la realidad del bienestar social
existente.
El sistema entiende
que ha de tener el ocio en su oferta social y cierra el círculo para satisfacer
las necesidades sociales. Para ello produce un ocio con el que poder ocupar los
tiempos de descanso y esparcimiento en grandes cantidades y a muy bajo coste
sobre todo de manos de la televisión, el futbol y los grandes acontecimientos
que hace que la población receptora indiferente disfrute del ocio de una manera
pasiva pero que en el fondo las insensibiliza y embrutece y si acaso le mueve:
aquellos sentimientos aquellas pasiones que al mismo tiempo el sistema les ha
promovido.
Sin una cantidad considerable de tiempo de ocio,
entendido como ese tiempo que cada persona se dedica a sí misma, el género
humano se ve privado de muchas de las mejores cosas que le proporciona la vida:
alimentar su propia existencia. Ya no hay razón para que el grueso de la gente
haya de tener rescindido esos tiempos propios por causa de un trabajo que exige
muchos trozos de vida y de descanso.
Ahora que ya no es necesario, solamente una profunda
estulticia social, nos llevará a seguir insistiendo en trabajar más de lo
necesario para vivir y atendernos unas personas a las otras y entre todas
mantener en entorno en el que vivimos. Resultará definitivamente estúpido si en
el mundo en el que vivimos con el futuro que nos espera y se presiente, en el
que los planteamientos del trabajo que se tienen: no se sostienen, que no se
contrapongan los tiempos de ocio a los tiempos de trabajo.
.
La falta de tiempos de ocio nos ha idiotizado en la
medida en la que no participamos en los asuntos del común en los aconteceres
políticos. Es la principal consecuencia que ha tenido la escasez del tiempo de
tiempo para participar en la organización social, y en nuestra ausencia, nos
han convencido de que tenemos tanto que trabajar y descansar que que no nos
queda un rato para preguntar ¿a qué viene tanto trabajo...?
La forma más rebelde de desactivar el trabajo y
activar los espacios de ocio es dedicarse permanentemente a labores altruistas
en nuestro entorno sin más interés que la satisfacción personal y la de crear
medios y ambientes más humanos a nuestro alcance.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario