Desde hace años me voy dando cuenta ahora de que no
hubiera sido necesario trabajar como trabajé siendo niño. Ahora de mayor me
duele haber tenido que trabajar tanto y de entregar ese trozo de mi vida.
He trabajado cuando todavía no sabía hacer valer mi
trabajo.
Luego he trabajado lo que he querido.
Y he procurado sacar tiempo para mis cosas.
Hoy desde mi experiencia observo mi entorno y la
sociedad y llené estas páginas profusa y hondamente sobre esta cuestión
controvertida.
.
El otro día un amigo que está leyendo esta obra a
trozos, para darme ánimos y consejo y seguramente que para provocarme un poco,
me hizo una pregunta que me dejó un tanto noqueado:
Le contesté que en la medida en la que soy consciente
y lo tengo claro procuro vivir como digo. Le fui dando respuesta a las
cuestiones económicas que se plantean en la obra y que pensé que eran a las que
se refería él con su pregunta inquisitoria. Cuestiones como el desapego al
dinero o al ahorro. Luego con la defensa de mi trabajo a ultranza y no trabajar
donde no disfruto y el trabajo altruista que en el fondo predico.
Pero me paró y me dijo que no era eso lo que me
preguntaba.
Él se refería a que me paso el día trabajando y es
imposible vivir trabajando porque en el resto de las horas no queda tiempo para
todo.
-
¿De dónde sacas
el tiempo libre que dices?
No le contesté.
Mi amigo no ha leído esta parte final y aquí leerá
algún día en su tiempo libre lo que hecho en mi tiempo libre que aunque haya
sido tan escaso me precio de enmarcarlo y reivindicarlo.
Después de la pregunta que quedara grabada, hice memoria
de las cosas que me ha apetecido hacer en estos años y que he hecho. Algunas
personas ya somos un tanto mayores y si nos paramos a repasar el recorrido de
la vida la verdad es que nos ha dado tiempo para hacer muchas cosas incluso
muchas que no nos han gustado y muchas que ya nos parecía haberlas olvidado. En
este acto de repaso me ha llevado a sentarme a escribir ahora de un tirón: una
relación de todo lo que he hecho con mucho esfuerzo, sin pensar en el dinero
que gastaba o dejaba de ganar y que me ha servido para tener un crecimiento
personal que considero autodidacta y tremendo y para encontrar más
satisfacciones y frustraciones de la que se pueden tener con las mercancías de
todo tipo que te ofrece el mercado de productos y servicios.
Ahora le contesto.
Ya he contado en un capítulo anterior como hube de
empezar a trabajar desde adolescente, y sin embargo: aun teniendo pocos ratos
de ocio porque el deber de trabajar me lo impedía, en aquellos lejanos años,
seguramente de una manera totalmente intuitiva, ocupaba en leer y aprender esos
pocos ratos en los que no estaba en el taller trabajando y en los que todavía
me quedaban ganas. Desde mi entender adolescente y responsable primero estudié
aquello entendía necesario para el trabajo y para lo que el deber de trabajar
me exigía: materias que tuvieran que ver con los menesteres con los que me
tenía que ganar la vida: máquinas y dibujo y cosas referentes al mundo del
hierro. Formarse para trabajar.
Enseguida empecé a estudiar cosas del todo inútiles y siguiendo esos
mismo cánones empecé a leer todo lo que caía en mis manos aunque las más de las
veces no entendiera lo que leía y acaso lo malinterpretara. Más tarde me dio
por estudiar a mi manera: Derecho, Economía y Filosofía ayudado por amigos con
estudios y más cosas totalmente estúpidas. Mientras tanto me iba aficionando a
la música y a la pintura. Me dio por pintar un poco y hacer cosas que parecían
arte, sobretodo porque era muy consciente de que: por mucho que me ilusionara,
de todo aquello nunca iba a poder comer. En aquellos tiempos, algunas horas
vespertinas a la semana las dedicaba a participar en asociaciones e iniciativas
políticas. Asistía a todas las reuniones a las que me llamaban. Pronto me tocó
hilvanar algunas ideas con palabras y escribir otras y de una u otra manera
defender ya entonces aquello con lo que nadie estaba de acuerdo. Cuestión de
inteligencias. Y seguía trabajando y después de un corte vital y necesario en
mi vida todo cambió. A partir de entonces fui cambiando de trabajo cada cierto
tiempo. Nunca me ha dado miedo cambiar de trabajo. Normalmente cambiaba cuando
detectaba falta de aprecio y comprensión a mi trabajo: un día me daba cuenta de
repente de que mi equilibrio vital no lo tenía en su punto correcto y como
mejor podía provocaba el cambio y me iba con mi música a otra parte. Mientras
tanto y seguía estudiando y leyendo y haciendo cosas tan inútiles como ayudar
de manera altruista a todo aquel que me lo pidiera aun sabiendo que en el mejor
de los casos no siquiera me lo iba a agradecer. Con el tiempo volví a pintar de
otra manera y ya dejé de estudiar materias en torno a mi trabajo que empezaba a
ser la gestión de empresas. ¡Qué aburrimiento…! Fue entonces: de empresa en
empresa, cuando llegaba a un punto en el que no sabía qué hacer para solucionar
cualquier problema me inventada maneras de hacer en la gestión empresarial con
las que construí un saber hacer muy eficiente. Maneras que antes nunca había
hecho nadie y que por lo tanto no se podían estudiar en los libros. Así encontré
la manera de ganarme la vida. Con treinta y cinco años como una necesidad que
seguramente nacía en mi propia adolescencia me puse a escribir páginas a mano
alzada toda clase de contenidos que a veces acabaron siendo libros de cierta
consistencia. En aquellos ratos en los que me dejaba libre mi trabajo, fue
manchando papeles con propuestas sociales, proyectos y análisis de la realidad
social y política y sobre aquellos temas del entorno en el que me movía.
Yo creo que casi todo lo que he hecho en mi vida ha
sido en mis ratos de ocio, en mis ratos de pereza, porque en los ratos trabajar
no he hecho otra cosa que trabajar muy duro y ganarme lo que me pagaban:
algunas veces era bastante y la mayoría de las veces poco.
Dentro de lo que he podido hacer en mi trabajo he
procurado que la gente trabajara lo menos posible y he tratado de erradicar era
teoría de que una por una meter horas. He tratado por todos los medios que cada
puesto de trabajo tuviera un mínimo de gestión propia para que nadie tuviera
que gestionar el trabajo de nadie ni el puesto de trabajo de nadie. He tratado
de arrancar esa costumbre que de tener muchas personas en el control de la
actividad y en aparato burocrático de las empresas.
Por otro lado a muchas personas que he conocido y que
muchas veces se han acercado a mí a pedirme consejo en sus pequeñas aficiones o
hobbies a todas la he aminado a que no desistieran en su empeño. Creo en las
personas que tienen entre manos alguna cosa que les gusta y les emociona y les
ayuda a sacar lo que llevan dentro, aunque parezcan una tontería, si ellas se
apasionan y lo viven sin más trascendencia que pasárselo bien con lo que hacen
son dignas de se animadas. También a las personas que vinieron a pedirme
consejo o auxilio ante cualquier proyecto vital para ellas con el que pensaran
en ganarse la vida, su eran cosas que estaban dentro de mis conocimientos
siempre tuve palabras de verdad con las que pudiera saber a qué atenerse.
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He vivido en este SIGLO XXI que camina y las
postrimerías del anterior y aunque en este tiempo se ha conformado un nuevo
sistema siempre he deambulado entre crisis y crisis. En torno al trabajo, la
explotación ha cambiado y el nuevo sistema lo hace de una forma más sutil y
transversal, en teoría menos violenta que el anterior, y ahora en su declive
explota con más fuerza que nunca ningún otro había explotado y extorsionado. Me
resulta increíble que permanentemente se encuentren nuevos proyectos para que
hoy haya trabajo presente e innecesario y que mañana falte sin que ningún
trabajo pueda sacrificarse a la producción futura. También he vivido la lucha
que entre las personas en distintos niveles, es esa lucha de siempre de los
unos contra los otros: los unos para que trabajen, los otros para quedar
quietos.
Hace años en los que aún siendo jornalero no participo
en esa lucha.
También compruebo cada día que las inteligencias
sociales no discurren en tratar de alimentar la pereza y la ociosidad de la
población y llenarla de contenidos humanos, y sin embargo, sigo convencido de
que con la puesta en valor de nuestro derecho a la pereza diligente, es como
hemos de darle la vuelta a este sistema y a esta civilización.
¡Vale ya de trabajar…! ¡Vamos a tratar de vivir
nuestra vida…!
.
Esta mañana a un
amigo le he preguntado si había leído un libro que le había dado hace unas
semana. Me ha dicho que no que había tenido mucho trabajo y que no había tenido
tiempo para leer ni una página. Para demostrar que me estaba diciendo la verdad
me ha hecho una relación de todas las cosas que había tenido que hacer en estas
semanas y cuando ha terminado le he dicho: ¡Pero ya te das cuenta que más de la
mitad de las cosas que me has dicho no sirven para nada y que mejor hubieras
estado leyendo un libro…!
Se ha quedado
cortado.
- ¿Qué cosas…?
- La mitad de las que
me has dicho.
- Se ha quedado
pensando.
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